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Nada es lo que parece y menos en una obra de William Shakespeare. La melodía suena simple, una trama de enredos casi infantil sobre el amor. Pero los acordes sobre los que se asienta Noche de Reyes son endiablados versos -casi poemas- sobre los temas que ocupan al ser humano desde que lo es: la identidad, el duelo o la vanidad.

Quiénes somos realmente es el dilema central de la comedia. La risa, la burla y el disfraz acuden en ayuda de los protagonistas para disimular su vulnerabilidad que es la nuestra. Los personajes hacen más teatro que los propios actores. Se diría que hacen teatro por encima de sus posibilidades, ¿y quién no?

Helena Pimenta, la dramaturga que más shakespeares ha montado en este país, dirige esta versión de ritmo y montaje ágiles. Firma también la traducción libre del texto con Álvaro Tato. El diseño del espacio escénico es bello y juega a ser contemporáneo -esas gafas pop rojísimas de la condesa tumbada en su hamaca mediterránea-. Carmen del Valle, como Olivia; David Soto Giganto, en el papel del bufón Feste; y, muy especialmente, Rafa Castejón, con su vanidoso Malviolo, aventajan al resto del reparto.

Al cierre de la obra, una ola inunda el patio de butacas. Se lleva por delante al público y a los personajes que la miran de frente. Todos naufragamos, puede que lleguemos incluso a sentirnos muertos. Pero, como Viola o como Sebastian, nunca lo estamos del todo. “El mundo rueda y llueve todos los días», señala el bufón al final de la obra.

*Noche de Reyes pudo verse en las Naves del Español en Matadero hasta marzo de 2022.

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