Dice la mayor parte de la crítica que el protagonista de La consagración de la primavera es un chico con parálisis cerebral que requiere los servicios de una asistenta sexual para aliviar sus necesidades y deseos. No estoy de acuerdo.
La tercera película de Fernando Franco va de una chica marcada por una educación católica, que empieza a vivir fuera del caparazón familiar y que sufre la imposibilidad de iniciarse en el sexo. No es capaz, en parte, por la represión que la asfixia y, en parte, por las inseguridades con las que toda hija de vecina lidia a los 18 (“no tengo tetas, son dos lunares”) Es ella la que saca partido de David, un chico mucho más natural para las cuestiones sexuales a pesar de su diversidad funcional. ¿Quién necesita a quién? Ahí radica la belleza de la película.
Telmo Irureta, el actor que da vida a David, sufrió una parálisis cerebral cuando tenía dos años. La cinta mira cara a cara y con sinceridad a asuntos que resultan complejos e incómodos. Pone sobre la mesa el debate sobre los asistentes sexuales para las personas con diversidad funcional. Lástima que caiga en el tópico de chico en silla de ruedas que hace chistes sobre su situación y no acabe de profundizar en su personalidad.
Se agradece el retrato de una generación de jóvenes, maduros, responsables, estudiosos que existen aunque nadie parezca reparar en ellos. Valeria Sorolla está fantástica. Esa vuelta en moto final la lleva directa hacia la madurez en la que seguro conseguirá desatar su meticulosa trenza.
*La consagración de la primavera se estrenó en el Festival de cine de San Sebastián y se puede ver en cines a partir del 30 de septiembre de 2022.